REFLEXIONES
El virus más temible de todos
Existe uno mucho más peligroso que el del sida, mucho más devastador. Infecta a cada ser humano, lo quiera o no: es el pecado.
Este virus mortal contaminó a Adán y Eva, nuestros primeros padres, e infectó la humanidad entera, una generación tras otra. Cada ser humano está contaminado y puede ver múltiples síntomas de ello en su propia vida.
Algunos pueden parecer benignos, como la mentira, la burla, los celos; otros parecen más graves: el hurto, el asesinato, la corrupción moral… Pero todos tienen el mismo origen y conducen al mismo fin fatal: “la muerte” (Romanos 5:12). La muerte destruye al cuerpo, pero el alma subsiste ante Dios, y el que no crea a Dios, sufrirá “la muerte segunda” (Apocalipsis 20:14), es decir, el eterno alejamiento de Dios.
Dios ama a los hombres. Les dio el único remedio eficaz para escapar del juicio de “la segunda muerte”. Ese remedio es “la sangre preciosa de Cristo” derramada en la cruz, que “nos limpia de todo pecado” y nos da la vida eterna (1 Pedro 1:19; 1 Juan 1:7).
Como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Romanos 5:12
Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Salmo 51:2
¿Es usted jefe o líder?
Recuerde la diferencia que existe entre un jefe y un líder: El jefe dice: ¡Vayan!, y el líder dice: ¡Vayamos!
Perdido en la noche.
Yo soy la puerta de las ovejas. - Juan 10:7.
A mi padre le gustaba contarnos una vivencia de su infancia: Era una noche de invierno en la región de Ardèche (Francia). Durante el día había nevado abundantemente y la granja familiar estaba completamente aislada. En la noche el viento amontonó la nieve, de modo que todo punto de referencia había desaparecido y era peligroso cualquier traslado.
Hacia la medianoche alguien llamó a la puerta. Era un hombre de la aldea vecina que se había extraviado. Cuando reconoció dónde estaba no quiso entrar, pues pensó que podría encontrar fácilmente su casa ubicada a unos centenares de metros.
Toda la familia se fue a dormir. Pero hacia las tres de la mañana mi abuelo tuvo que levantarse para abrir la puerta al mismo vecino que había dado vueltas en la tormenta y no había avanzado un solo paso en la dirección correcta. Entonces le obligó a entrar para que tomase algo y que se acostase hasta que amaneciera.
Esta pequeña historia, que habría podido terminar trágicamente, me hace pensar en todos aquellos que en el curso de su vida están puestos en contacto con el mensaje del Evangelio y no le prestan atención. Creen que pueden obtener la salvación por sus propios medios, rehúsan la gracia que Dios da y prosiguen su camino, corriendo el riesgo de estar definitivamente perdidos. Lector, si éste es su caso, deténgase y escuche con atención el mensaje de Dios: “Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8).
Un Rincón lleno de Basura
La casa era hermosa, del estilo del siglo diecinueve, y estaba rodeada de bellos jardines. Dentro de la casa había colecciones de relojes antiguos, lámparas de dos siglos de edad, sombrillas de todos los países, estatuillas de marfil, y otras muchas antigüedades. Pero Joan Abery, la dueña, de Reading, Inglaterra, nunca vivió allí. Ella vivió, durante treinta y cinco años, en un vaciadero de basuras.
Joan Abery había sido víctima de un cruel abandono. Su novio la había dejado plantada en el altar treinta y cinco años atrás. Eso la destrozó. No sólo rehusó poner pie bajo el techado de su casa, sino que nunca permitió que ningún otro viviera allí. Prefirió vivir entre la basura, rodeada de ratas y de cucarachas, que en su hermosa casa. Y allí murió, anciana ya, decrépita y solitaria.
Hay un proverbio bíblico que dice: «Más vale habitar en un rincón de la azotea que compartir el techo con mujer pendenciera» (Proverbios 21:9).
En su amargura, Joan Abery modificó el proverbio de la siguiente manera: «Más vale habitar en un rincón lleno de basura, sola y tranquila, que en espaciosa casa mal acompañada.»
La basura no es lugar para vivir. Dios no hizo al ser humano para vivir en medio de la basura. Al contrario, Dios hizo para el hombre y la mujer un jardín encantador que les dio por vivienda. Fue la derrota, la sensación de desgracia y fracaso, lo que los llevó a alojarse entre los desperdicios y las alimañas. Joan merecía vivir en casa propia, rodeada de sus colecciones de arte, y entre jardines y flores, pero prefirió vivir entre la basura.
Así mismo hay muchas personas hoy en día que, pudiendo vivir en la limpieza y en el orden, en la belleza y en la cultura, prefieren vivir en medio de desperdicios y desechos morales. Porque vivir en medio de chismes y discordias, de peleas, de insultos y maltratos, es vivir entre la basura.
Vivir en borracheras continuas, en drogas y delitos; andar ocultando con vergüenza una doble vida; practicar descaradamente toda suerte de aberración moral, adulterios, abandono de hijos, desfalcos monetarios y traición de confianzas, es vivir entre la basura. No sólo la ciudad tiene sus basureros; también los tiene la sociedad que vive en ella.
Cristo quiere librarnos de toda basura moral. Él quiere darnos una vida limpia. Él quiere que vivamos en armonía y paz. Él quiere proporcionarnos una completa y total emancipación. Aceptemos el hogar de Dios. No vivamos más en los basureros de este mundo. Sólo en Cristo hay verdadera pureza.
No permitas que en este nuevo año tu vida se desenvuelva en un rincón lleno de basura. Prueba una nueva vida en Cristo..
Ama al Señor tu Dios, obedécelo y sé fiel a él, porque de él depende tu vida, y por él vivirás mucho tiempo en el territorio que juró dar a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. Deuteronomio 30:20
¡Sonríele a la vida, Israel! ¿Quién como tú, pueblo rescatado por el Señor? Él es tu escudo y tu ayuda; él es tu espada victoriosa. Tus enemigos se doblegarán ante ti; sus espaldas te servirán de tapete. Deuteronomio 33:29
El Mejor Regalo
Carlitos dijo…estaba pensando en cual de estos será el mejor regalo.
Carlitos- respondió su madre- el valor de los regalos no se mide ni por el tamaño, ni por el color, el precio o la simple envoltura, ni siquiera por la utilidad del mismo. El valor de un regalo se mide por el corazón.
Por el corazón, mami? Los regalos no tienen corazón.
Carlitos, los regalos si tienen corazón.
No mamí…mira-tomando un regalo lo puso en el oído y dijo- Mira mami, no se escuchan latidos.
Oh Carlitos. Los regalos si tienen corazón. Es el corazón de quién lo da, que se extiende hasta el regalo mismo. Cuando alguien te da un regalo, solo por compromiso o con motivaciones erradas, ese regalo llega a ti sin corazón. pero, cuando alguién te da un regalo con todo su corazón, ese palpitar viene al regalo y ese es el verdadero valor del mismo.
Carlitos sonrió y dijo: Uhhh, entonces tengo que volver a hacer otro regalo, porque el regalo que tengo para Rosita, no tiene corazón.
La madre sonrió y le dijo: Mira, nunca un ser humano ha recibido un regalo de más valor que el regalo que Dios nos dio. Nos dio a su único hijo y nos lo dio con todo su corazón, para que tu ahora tuvieras tu corazón vivo y vibrante.
De verdad? preguntó Carlitos.
Seguro hijo. Por eso tienes que amar ese regalo con todo tu corazón, porque ese regalo trae el corazón de Dios. Vive con ese regalo y para ese regalo.
Si mamí-dijo Carlitos- Lo haré y salió corriendo para jugar con Rosita.
Has visto a Jesús como el más grande regalo para tu vida?
Vives para él y por él?
Este es un buen día para entender el corazón de Dios y tener el mejor regalo.
Por tanto, el Señor mismo os dará una señal: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel. Isa 7:14
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El. Juan 3:16,17
El Tesoro Escondido
Aún hoy, en tiempo de guerras se entierran objetos de valor para que no caigan en manos enemigas. En esta parábola de Mateo 13 un hombre halla tal tesoro enterrado en un campo. ¿Qué enseñanza nos da este texto?
El hombre que vendió todo alude al Señor Jesús, quien era rico, pero que por amor a nosotros se hizo pobre, se humilló a sí mismo y vino a ser un siervo.
El tesoro es una imagen de la Iglesia de Dios, el conjunto de los salvados, constituido por las numerosas almas que otrora estaban perdidas. Sin embargo el Señor fue tras ellas hasta encontrarlas.
“El campo es el mundo” (Mateo 13:38), había explicado el Señor anteriormente. Desde siempre Dios es el legítimo dueño de la creación, pero Satanás se apropió del mundo. Como hombre, el Señor volvió a conquistarlo de mano del “príncipe de este mundo”. Para esto dio su vida en la cruz del Gólgota y arrebató su presa al diablo.
La alegría que experimenta el hombre después de haber hallado el tesoro nos recuerda que el Señor Jesús sufrió la cruz “por el gozo puesto delante de él” (Hebreos 12:2).
En la parábola, el tesoro permanece oculto en el campo; pero no es el lugar más adecuado para conservarlo. Vendrá el momento cuando los salvados alcanzarán su verdadero destino, porque el Señor dijo: “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo” (Juan 17:24).
Tres Cosas Necesarias
“Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (Hebreos 9:27, 28).
Existen tres cosas que nosotros hemos de hacer:
1. Hemos de nacer. Nadie existe sin nacer.
2. Hemos de morir, a menos que Jesús venga luego.
3. Hemos de estar delante de Dios, en el Juicio.
Una de las tres cosas para hacer ya aconteció: nosotros nacemos.
La segunda nosotros esperamos para algún día, según la voluntad de nuestro Dios.
¿Y la tercera? ¿Estamos prestos? ¿Hemos nos preparado? ¿Vivimos de acuerdo con la enseñanza del Señor, en la certeza de qué no necesitamos temer este día?
El Señor nos mandó “Id y prediquéis el Evangelio a toda criatura”. Cuando lleguemos delante de él, ¿estamos seguros de que oiremos: “siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor”?
El Señor nos dijo: “Améis a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. Cuando nos presentemos delante del Salvador, ¿su voz dulce y suave nos dirá: “venid benditos de mi Padre”?
La Palabra nos exhorta: “yo os envié para que vayas y deis frutos“. ¿Hemos sido una bendición en la viña del Maestro?
¿Hemos producido frutos qué glorifiquen a Dios? ¿Tendremos, también, el placer de oír: “sobre lo poco fuisteis fiel, sobre lo mucho te colocaré”?
Tres cosas en las cuales nos alegraremos siempre — nacemos para alumbrar el mundo, moriremos para vivir eternamente y estaremos cara a cara con el Señor para siempre.
Barbero ateo y el cliente cristiano
De pronto, tocaron el, tema de Dios.
El barbero dijo:- Fíjese caballero que yo no creo que Dios exista, como usted dice.- Pero, por qué dice usted eso? - pregunta el cliente.- Pues es muy fácil, basta con salir a la calle para darse cuenta de que Dios no existe. O...dígame, acaso si Dios existiera, ¿habría tantos enfermos? ¿Habría niños abandonados? Si Dios existiera, ¿no habría sufrimiento ni tanto dolor para la humanidad?. Yo no puedo pensar que exista un Dios que permita todas estas cosas.
El cliente se quedó pensando un momento, pero no quiso responder para evitar una discusión. El barbero termino su trabajo y el cliente salió del negocio.
Recién abandonaba la barbería, vio en la calle a un hombre con la barba y el cabello largo; al parecer hacía mucho tiempo que no se lo cortaba y se veía muy desarreglado.
Entonces entró de nuevo a la barbería y le dijo al barbero.- ¿Sabe una cosa? Los barberos no existen.- ¿Cómo que no existen? -pregunta el barbero- Si aquí estoy yo y soy barbero. - No! -dijo el cliente-, no existen, porque si existieran no habría personas con el pelo y la barba tan larga como la de ese hombre que va por la calle.
Ah, los barberos si existen, lo que pasa es que esas personas no vienen hacia mi.- Exacto! -dijo el cliente- Ese es el punto. Dios si existe, lo que pasa es que las personas no van hacia él y no le buscan, por eso hay tanto dolor y miseria.
Juan 14:6 "Jesús le dice: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí."